viernes, 25 de septiembre de 2009

Paquirri, año 25.

Hacer una semblanza de Paquirri 25 años después de su muerte no es sencillo. Ni tampoco llego a tanto. Investigaría para llegar a la misma conclusión que todos: fue un sobrado lidiador de inesperado final.

Cuando aquella noche de 1984 me entero de la noticia a través de la radio, no me lo creía. Y después, rizando el rizo, resulta que la televisión llega hasta el hule, si es que lo hubo, de la precaria enfermería de Pozoblanco (Córdoba). Allí, donde Francisco a nadie ordenaba porque, en aquel desorden, su vigorosa figura no era la misma que mandaba desde el tercio en la arena. Para ese Hércules de muslo partío, ni agua, solo un buchito que al momento escupió. Hasta ahí todo lo que vimos, que no fue poco. Perpetuo en la memoria.

Le he pedido a Magdalena Romero que desnude su alma de gran poeta para todos. Acuarelista de pincelada propia y mujer maravillosa, nos deja estas estrofas que son, también, parte de la memoria.

Aquella tarde de toros
de aquel otoño temprano
un toro de finos cuernos
Avispado bautizado,
dio una corná con inquina
al diestro que confiado,
no vio la señal de aviso
que el astado había enviado.

Con temple intentó el maestro
poner calma en la trajedia,
pero... ¡ destino maldito !
tienes ya tus cuentas hechas.

De nada sirvió su fuerza,
juventud, coraje y valía,
no tendieron un capote
para salvarle la vida.

Se le escapó a borbotones

¡ no había ningún remedio !
dejando una alfombra roja
en un camino siniestro.

Así fue como el torero
lidió su última faena.
Pañuelos blancos... de luto,
pedían el rabo y las orejas.

Mil lágrimas de amargura
cayeron sobre la arena.

¡La parca se llevó a Paquirri! ¡Que dolor... que dolor... que pena!.


Arriba: "Último latido de Francisco Rivera",
acrílico sobre papel de Luis López.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Los sentidos captaron la esencia del ser"
Su mirada profunda
fiera con el toro
miraron serenamente
al hombre de cara pálida..
temeroso de la desgracia.
La voz clara,
antes reclamo torero
ora canto de esperanza,
calla en una precaria sala.
El silencio marca el compás,
sólo queda esperar.
Una multitud de almas
cubren su cara,
se acogen, se abrazan...
La piel desgarrada,
manando granadas..
no calla.
El aroma de azahar,
a la muerte llama

Tercio de Pinceles dijo...

Precioso

Gracias

Luis