domingo, 5 de octubre de 2008

Sobre Idílico y Perera.

En lo taurino dos hechos han destacado en los últimos días. Por un lado, el indulto al toro Idílico lidiado por José Tomás en Barcelona y por otro la encerrona con seis toros de Miguel Ángel Perera. Sin restar impotancia a otras noticias, lo cierto es que los medios aprovechan tímidamente estas reseñas para sacar del suburbio antitaurino en el que se encuentra a nuestra Fiesta. Hasta el torero de Galapagar, nada amigo de declaraciones, habló ante las cámaras para compartir su éxito con el del toro indultado. Y es que por indulto no se entiende suerte alguna o barrabasada todavía más sangrienta en la que la condena al animal vaya más allá de lo que los no taurinos pueden admitir, que es nada. Como decía Victorino Martín hijo, presenciar el indulto de un toro es algo único que sobrecoge pues se trata de un animal que ha demostrado en el ruedo trapio, nobleza, casta y bravura y que finalmente regresa al campo a vivir como ninguno de nosotros. Sanarán sus heridas epiteliales, comerá, cubrirá muchas vacas y tendrá un lugar de honor en la historia de la ganadería.

Como lo tendrá también Perera. Su gesta debe ser algo más que uno de los titulares de apertura del telediario nacional. Por encima de las dos cornadas que se ha llevado, el diestro resumió en cinco toros todo su repertorio y además fue Torero. Y esto resulta único en una profesión: el nombre torero no solo es el desempeño de una función u oficio, es poner al profesional por encima del resto cuando 20.000 gargantas lo gritan al unísono. ¡Torero, torero!... pocos mortales se habrán conmovido bajo la piel al sentirse como Miguel Ángel se sentía camino de la enfermería con una oreja bajo la chaquetilla grana y oro: como un héroe .


Arriba: Perera, entre el dolor y el deber cumplido.
(tinta sobre papel del autor)

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